Salón de pintura 


Natalia Babarovic, Antonia Daiber, Martín Daiber, Nicolás Franco, Patricio Kind, Pablo Linsambarth, Francisco Peró, Christiane Pooley, Joaquín Reyes, Sebastián Riffo, Pablo Serra, Malu Stewart, Juana Subercaseaux




Date
October 29 - December 13, 2020


Organized by
One Moment Art


Location
Matucana 100 | Santiago de Chile
 
“Salón de Pintura” es la nueva exposición que inaugura Matucana 100 en conjunto con la plataforma de arte One Moment Art. Se convocó a 13 destacados artistas de la escena nacional a reflexionar en periodos de estallido social, pandemia y de sobre manera realizar la experiencia estética de la pintura contemporánea.

Este Salón de Pintura contemporáneo  reúne el trabajo de trece pintoras y pintores nacionales que han decidido hacer de esa antigua práctica un lugar privilegiado para pensar la complejidad de la imagen en un tiempo donde estamos constantemente sobreexpuestos a ella, y donde la mirada está más ávida y requerida que nunca.

En palabras del artista visual y crítico de arte Cesar Gabler  el título  Salón de Pintura  “es escueto y evita cualquier compromiso programático con algo que exceda al espacio de la pintura. Aquí no se engaña a nadie. Sin embargo, la palabra salón no es inocente. Salón, evoca una cultura artística sujeta a la urgencia estatal por fijar las pautas del gusto, un espacio de selección y de estímulo que incluía premios de adquisición y becas de estudio al extranjero extranjero. También prestigio y validación para quienes resultaban seleccionados y ganadore. El salón fijaba un canon y participaba a la vez de un ideal común.”







Pintura de Salón



En 1872 se inauguró el Mercado Central. Benjamín Vicuña MacKenna, entonces intendente de Santiago, quiso destacar la importancia del hecho y la belleza del edificio, albergando en él una gran exposición de artes y oficios. Era el matrimonio del arte y la técnica. Allí expusieron Antonio Smith, el gran maestro del paisaje nacional, junto a figuras emergentes como Alberto Orrego Luco y Pedro Lira quien obtuvo una de las medallas en disputa. A los artistas se los trataba como atletas.

Entre el evento de 1872 y esta exhibición hay algunas coincidencias, hijas de la casualidad y de la ironía. La casualidad quiso que esta exhibición se realice en un edificio cuyo destino original tampoco fue artístico. En el recinto de Matucana 100 funcionaron -desde 1907 aproximadamente- las bodegas de La Dirección de Aprovisionamiento del Estado. Como el edificio del Mercado Central, se trata de instalaciones estatales creadas antes de la inauguración del Museo Nacional de Bellas Artes. Instalaciones que nunca fueron pensadas para albergar pinturas y que sin embargo pudieron adaptarse a las exigencias artísticas de su tiempo. El Mercado, a la cultura Bellas Artes del Chile del s.XIX; Matucana 100, a las demandas particulares del arte contemporáneo. Hasta ahí las coincidencias. 

La ironía está sin duda en el nombre: “Salón de Pintura”. El título es escueto y evita cualquier compromiso programático con algo que exceda al espacio de la pintura. Aquí no se engaña a nadie. Sin embargo, la palabra salón no es inocente.  Salón, evoca una cultura artística sujeta a la urgencia estatal por fijar las pautas del gusto, un espacio de selección y de estímulo que incluía premios de adquisición y becas de estudio al extranjero. También prestigio y validación para quienes resultaban seleccionados y ganadores. El salón fijaba un canon y participaba a la vez de un ideal común. Los concursantes, con todas sus diferencias, jugaban al mismo juego. El juego de las Bellas Artes y los valores plásticos de la academia. Valores que hoy resurgen de un modo afirmativo -y sin ironías- entre muchos artistas jóvenes. Quienes no aceptaban esas reglas, eran excluidos. La historia del Impresionismo señaló el punto e inauguró el declive del Salón, evidenciando su anacronismo cultural en la era moderna.

Las pinturas aquí exhibidas prueban a las claras que cada artista fija las reglas de su propio juego. Más allá de algún encuentro temático (alusiones explícitas al 18 de octubre) lo que encontramos es la multiplicidad de estrategias artísticas que nutren a la pintura contemporánea. La tela como espacio de cita iconográfica y plástica en la que caben lo abstracto y lo figurativo, muy lejos de las batallas campales que se libraron entre ambos frentes. Relecturas del realismo que explotan tanto el problema del soporte como la naturaleza masiva de la imagen fotográfica contemporánea.  Citas a la historia del arte que vuelven problemáticas las imágenes a partir de los materiales empleados. Resurrecciones del expresionismo abstracto o figurativo para evocar fantasmas privados o plasmar paisajes visionarios. Deliberadamente no hay nombres entre paréntesis tras cada fórmula programática. Hacerlo sería fijar arbitrariamente las pinturas expuestas a unas fórmulas que pueden resultarles extrañas. O limitar su naturaleza múltiple a un programa cerrado. Las obras del salón son tan amplias en sus lecturas, como el lugar que las reúne.



César Gabler









Un Salón de pintura es sobre todo un viaje: no solo se pasa de un cuadro a otro sin cesar, entrando y saliendo de ellos, sino que pone a “correr frente a los ojos una secuencia de imágenes que representan los movimientos más dispares de la vida”. Así describe Roberto Calasso los paseos que Diderot y Baudelaire realizaban por los Salons de París, giras que les permitían luego lanzar hacia los cuadros esa bomba tan temperamental como encantadora a la que llamaban crítica de arte.

Este Salón de pintura contemporáneo que ahora podrán recorrer, reúne el trabajo de trece pintoras y pintores chilenos que han decidido hacer de ese antigua práctica un lugar privilegiado para pensar la complejidad de la imagen en un tiempo donde estamos constantemente sobreexpuestos a ella, y donde la mirada está más ávida y requerida que nunca.

Así como la experiencia de un viaje es siempre singular, cada una de estas pinturas quizás estén unidas solamente por la especificidad de su medio –superficie plana y pigmento– y por el modo en que cada artista lucha por hacerle allí un espacio a eso tan esquivo que llamamos imagen. Lo que adentro de cada cuadro sucede, los modos en que los gajos de realidad, imaginación, experimento y materia bruta se concentran o diseminan, se manipulan o se liberan, las formas en que cada imagen dialoga con la historia del arte y de la mirada, no pueden ser reducidos en esta muestra a un único concepto.

Y está bien que así sea, está bien que lo que encontremos en este grupo de pinturas no sea una especie de aguijón invisible que nos empuja a un destino prefijado, sino la posibilidad de que en el trayecto podamos divagar, descubrir cosas y llegar a distintos lugares, algo más parecido a la experiencia que al conocimiento. 


Paz López
Crítica y teórica del arte